
Este es mi primer post, por lo que creí conveniente explicar por qué lo quise llamar 'Tacita de Café'. Ay! el café...es una de las cosas a las que no le puedo decir no, en realidad creo que es la única. Y es que más que esperar el almuerzo, espero el cafecito que viene después. Pero mi relación con el café viene desde hace años atrás.
No recuerdo cómo ni cuándo exactamente empezó mi amor por el café, pero tengo imágenes en mi cabeza de mi papá dándome una cucharadita llena de azúcar remojada en café. Si fuera genético diría que mi papá es el Señor Café, y lo peor es que ¡no le hace daño! ni cosquillas en el estómago le hace. En cambio mi mamá, también amante del café, se resiste a tomarlo por la gastritis, y sí que hace un gran esfuerzo porque a ella de niña le daban café con leche en la mamadera. Y yo creo que salí una combinación, no me resisto al café (mi fuerza de voluntad no llega a ese extremo) y sí a veces me hace daño un poquito, pero lo dejo por un día para darle un respiro a mi estómago y regreso. Aunque debo admitir que he logrado tomar sólo una taza al día, que definitivamente es la de después del almuerzo, donde esté mi cafecito no puede faltar.
Como estaba diciendo, no recuerdo cuando empecé a tomar café. Cuando estaba en Croacia (de donde es toda mi familia) es una ley invitarle café a la visita. Y yo como buena niña croatita aprendí a hacerlo, ya que es café hervido. Mi abuelita, que esta en el cielo, me decía que me iba a crecer una cola si tomaba café, por lo que no tomaba. Luego regrese a Perú y tampoco tomaba café. Pero poco a poco, me imagino, que le agarré el gusto. Primero en los lonchesitos, luego por el gusto de tomar un Cappuccino en alguna cafetería y que me lo sirvan en una copa alta, y finalmente recuerdo a mi papá preguntandome '¿Quieres cafecito?' después del almuerzo.
Además creo que el gusto por el café está en que es dulce (cuando le hechas azúcar) y yo no vivo sin un postre después del almuerzo. Entonces tomar el café reemplaza esa necesidad que tiene mi cuerpo de dulce. Porque si por mí fuera almorzaría un dulce. Pero hay algo más que un gusto del paladar, el café me da motivos para iniciar una conversación. Cuando tomo café con alguien, familia o amigos, puedo conversar por horas, porque un cafecito siempre viene acompañado de una buena charla. Y talvés repita otra tacita para seguir la conversación...
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